“Tan guapa como mamá. Tan inteligente como papá”

No sé si recordaréis el eslogan que estampó en camisetas infantiles una conocida firma de supermercado, que indignó a padres pero sobre todo a las madres, todo hay que decirlo. ¿O es que no hay madres feas?… fuera la broma, este tema despertó ampollas. Y todo porque sí, a día de hoy hay que tener cuidado con lo que se dice, con lo que pones y lo que te pones. Y mucho más con los niños. Ya lo han publicado incluso en algunos diarios y publicaciones: la religión de la crianza. La fé de la maternidad.

El derecho a los niños. ¿Protección? ¿O sobreprotección? ¿y qué tiene que ver esto con la neuropsicología? Pues mucho. Muchísimo.

El neuropsicólogo clínico, un título a la espera de reconocimiento del que ya vamos en camino e incluso se ha puesto fecha de reconocimiento, engloba tareas diagnósticas y de intervención clínica. También investigamos (algunos) y sobre todo, somos psicólogos. Creo que cuando hacemos el informe se nos olvida de dónde venimos, como ocurre en otras áreas de la vida, en la profesión también pasa y es bastante peligroso. Cuando realizamos un diagnóstico en neuropsicología infantil he observado que se deja de lado a los padres. Completamente. Y los padres cuentan mucho. Su situación personal y laboral, su forma de educar, su implicación en el problema…

La semana pasada leí otro artículo maravilloso sobre como “se hereda la inteligencia de la madre” y además lo habían probado ¡con ratones!… “qué maravilla”. A mi, que lo de la inteligencia ya de por sí me chirría mucho, el modelo animal en cognición ya lo remató. Neuropsicólogos de España, me incluyo: Si no trabajamos como psicólogos, con la familia, con el niño, con su crianza, con su familia, es como trabajar con ratones.

¿De qué nos sirve saber del cerebro si no sabemos trabajar con personas?